Como estoy acostumbrada, cuando quiero registrar o hacer cosas para expresarme lo hago sin planificar ni acomodar ideas, así que sepan disculpar el desorden de este registro al que me gustaría titular “tristezas que se miran y se aceptan” pero no las he terminado de aceptar y les estaría mintiendo. Al final vivo en una cuarentena en bucle, siempre con los pies entre la puerta y la vereda.



Activá el sonido, banda sonora de estas tardes por Cristo de las Batallas.
La isla
La vida y los gorriones planean,
o se dejan caer tan suavemente.
como las cosas que no sé.
El yuyito crece en los tejados de la isla, porque un alma les diluvió las rendijas desde que el tiempo ya no corre ni se muestra.
Como bien se sabe, hay cadenas colgando en las esquinas,
entre el ayer y el antes de ayer,
y cantan con el sabor de la orilla del Jerte.
El humito del calor de los sueltos calientes y mojados se cuela por entre los dientes,
o se disipa en las palabras de los que ya no temen al volver.
La tarde sonríe,
sus colores despiertan en este agrio sabor entre carencia y locura.
Lo gris se envuelve en primavera
y me sabe a lapacho en flor y
amor del revés.



La pantalla fría y el olor a desapego
desarman cualquier intento
por aguantarnos las lágrimas.
Algunos se cagan de risa en las redes,
otros se despiden por Skype.



La plaza huele a chocolate,
14 grados y algo más.
¿Cómo camina la miseria?
Le pesa el costado, la duda
las ruinas que son hermosas y tristes
Una historia tan tachada y reescrita,
sobre fachada a la que le sobran florituras y le falta revolución.

Ropa tendida
Ella, cada día, construye puentes desde el balcón. Nada cambia, el rostro prevalece y hace del movimiento de las manos un poco de paz para mi día. No lo sabe, pero su paciencia acompaña.


Quiero tus manos
Morando por el vientre
De esta casa
Calorías. 1203 Kcal. – 45 Fluoxetina. y yo tan lejos mío aguantándome las horas y comiéndome el uni-verso. Doy pasos a cada lado, ya no puedo volver atrás.

Como el cielo
Hay un campo donde los cambios se expanden sobre la hierba húmeda. Hay tormentas, hay un sol que quema. Todo viene, se pasea y se va. Vos, testigo del presente y de la polinización,
sos como el cielo, cayendo por los techos y migrando la piel.
Me dejo llover de vos.
Como se cae la magia de la vida,
Como los amantes que se esconden
y los que salen a desvestirse
al sol, a la plaza, a los ciclos de la luna,
los que pasan del café.
Los que caen sin saber.
Se lucen, te lucís con una sonrisa eterna,
pero me dejás, y te vas de este cuarto al que le sacaste las puertas.
Y ahora que lluevo, soy un poco ese vacío de los hirientes
con la carne caliente después de la ducha
el apoya vasos que nunca usamos
la marca de nacimiento que no nos deja
desprender.

Gracias por recorrer conmigo estos recuerdos de las tardes invisibles, sin perder de vista que un día también fuimos pajaritos.
Invisible, también en el Micro abierto cultural de Letras Cascabeleras.